El 2 de octubre es una fecha que sigue resonando en la memoria de México, especialmente entre los jóvenes, quienes encuentran en la historia de Tlatelolco una conexión profunda con su presente. Aquel día de 1968, una manifestación pacífica estudiantil terminó en una tragedia que cobró la vida de cientos de personas, en su mayoría jóvenes que, con valentía, alzaron la voz en búsqueda de un México más justo y democrático.
Lo que hace que «el 2 de octubre no se olvide» no es solo el recuerdo de la represión, sino el espíritu de lucha que se inspiró. Los estudiantes de aquel entonces exigían cambios que, décadas después, aún resuenan: libertad de expresión, respeto a los derechos humanos y mayor participación democrática. Hoy, en una sociedad más conectada y globalizada, las juventudes encuentran paralelismos entre su contexto y el de esos jóvenes del 68. Las luchas por justicia social, equidad y libertad siguen vivas, y los ideales de Tlatelolco son recordados cada año como un legado de resistencia y dignidad.
Para las nuevas generaciones, Tlatelolco no es solo una historia lejana; es un recordatorio de que el cambio social muchas veces nace de las voces más jóvenes, de aquellas que no temen desafiar lo establecido. Por eso, el 2 de octubre se convierte no solo en un día de luto, sino en una fuente de inspiración para seguir exigiendo un mejor futuro. No se trata solo de recordar la tragedia, sino de reconocer la importancia de la participación activa y el compromiso con las causas que buscan transformar la realidad.
Al final, decir «el 2 de octubre no se olvida» es también una promesa: la promesa de que los jóvenes seguirán siendo protagonistas del cambio. Es una fecha que nos recuerda que, aunque el camino pueda ser duro, la lucha por un país más justo nunca será en vano.