La ilusión de emprender un viaje a California, pasando por sus costas y desiertos a través de una larga carretera que, por distintas décadas ha visto desfilar a miles de almas libres buscando una aventura al más puro estilo de Jim Morrison; es uno de los clichés más gastados por el que pasamos muchos de los amantes del Rock.
Aunado a esto, la promesa de asistir a uno de los festivales musicales más importantes del mundo, Coachella Valley Music and Arts Festival; que este 2014 festeja sus 15 años de creación; después de que en 1999 se materializara la idea que surgió el 5 de noviembre de 1993, cuando miles de fans de Pearl Jam ocuparon el desierto de Indio, California, apoyando el boicot de la banda contra la empresa de espectáculos, Ticketmaster. Fue así como, en octubre de 1999 se celebró el primer Coachella Fest con dos días de música en los que se presentaron, Rage Against The Machine, Tool, Morrissey, Beck, The Chemical Brothers, Los Amigos Invisibles, Pavement, entre muchos otros. Una gran fiesta por el simple amor por la música sin ningún tipo de ganancia económica.
Con todo este preludio, uno viaja por primera vez a Coachella con el sueño de encontrar la tierra prometida, lo más cercano al Woodstock de 1969; y créanme cuando les digo que en el 2014, “el viaje ya NO es por ahí…”. Actualmente, el Festival de Coachella se ha convertido en un multimillonario negocio para Goldenvoice (la compañía organizadora), quienes recaudan cerca de $50 millones de dólares tan solo con la venta de boletos, y una derrama económica de hasta $300 millones para la ciudad de Indio, cuando el festival se extiende a dos fines de semana, (como en los últimos años).
Ir a Coachella puede ser relativamente barato si se organiza con meses de antelación; basta con comprar el boleto en las preventas para no ser víctima de la reventa, y justo en ese momento se comienza a buscar una buena tarifa tanto de viaje, hospedaje, como de renta de automóvil (recomendable); o en su defecto un paquete completo con alguna agencia de viajes. Insisto, no es tan caro como se cree.
Respecto a los cerca de 150,000 asistentes, uno encuentra de todo, europeos, mexicanos, australianos, asiáticos, y en su mayoría jóvenes oriundos estadounidenses, quienes dejan muy claro que, “el Hipster es el nuevo Hippie”. Viajan por casi todos los rincones de la Unión Americana ya no en Combis, sino en Mercedes Benz, Audis, Hummers, y todo tipo de autos de lujo decorados con signos de amor y paz pintados con colores psicodélicos. Los nuevos hippies son veganos, pero portan plumas de aves exóticas en el cabello y visten ropa de piel Dolce & Gabbana; esta nueva generación hipster está más preocupada por tomarse un “selfie” en la icónica rueda de la fortuna de Coachella, o toparse a algún famoso como Leonardo DiCaprio, Justin Bieber, Beyonce o Katy Perry en algún rincón del Empire Polo Club, que disfrutar de la música de los más de 100 artistas que ofrece el cartel de este año como, Arcade Fire, Pixies, Queens of the Stone Age, Motörhead, MGMT, Beck, Pet Shop Boys, Outkast o Julian Casablancas. En este sentido, cabe mencionar y hasta aplaudir que, los festivales nacionales como Cumbre Tajín, Corona Capital o el mismo Vive Latino, no le piden nada al lineup de Coachella.
En esta edición, el primer fin de semana comenzó el viernes 11 de abril con la presencia de artistas entre los que destacan: Broken Bells, Zedd, the Cult, Bastille, Girl Talk, Ellie Goulding, Chromeo, Haim, AFI, Martin Garrix, Aloe Blacc, A$AP Ferg, Kate Nash, ZZ Ward, Anti-Flag y para el “gran” cierre… ¡¿Outkast?! quienes decepcionaron bastante con la gran expectativa que se había gestado por su regreso a los escenarios.
El sábado 12 los asistentes disfrutamos de la música de: Muse, Queens of the Stone Age, Skrillex, Pharrell Williams, Lorde, Foster the People, Pet Shop Boys, MGMT, Empire of the Sun, Fatboy Slim, Nas, Kid Cudi, Cage the Elephant, Capital Cities, Warpaint, White Lies; y la gran sorpresa que develaron tan solo un par de días antes de iniciar el festival: ¡Los Pixies y Julian Casablancas!
Finalmente, para el domingo 13 pudimos ver en escena a Arcade Fire, Beck, Calvin Harris, Lana Del Rey, Motörhead, Duck Sauce, the 1975, Krewella, Fishbone, John Newman; y la única banda latinoamericana del cartel este año, quienes un día antes se habían presentado en la ciudad de Cuernavaca, Zoé.
Pese a que, por definición el mainstream es efímero y de corta duración, el Coachella Valley Music and Arts Festival promete seguir siendo un evento que perdurará por mucho, justo como su primo hermano el festival Lollapalooza. Tendrá que seguir innovando y cuidar mucho la calidad de los artistas que nos ofertará los próximos años, ya que hay eventos que le están pisando los talones, como el Governors Ball Music Festival de la ciudad de Nueva York; o sí quiere obtener el prestigio del tan respetado Festival de Glastonbury, que comenzará a finales de junio de este año.
Como lo mencionaba hace unos párrafos, hay que reconocer y celebrar lo que se está haciendo en México en materia de festivales musicales, debido a que, si los comparamos con los carteles de todos los festivales mencionados previamente, estamos a la altura de los estándares internacionales. Quizá solo tendríamos que desmarcarlos un poco de los monopolios de cerveza y de venta de boletos, como lo ha venido haciendo Cumbre Tajín, (Que por cierto, si me preguntan; en lo personal disfruté más la arena en los calzones de las playas de Veracruz, que la arena en los ojos de las tormentas del desierto de Indio, California).
Sin lugar a dudas, el Festival de Coachella fue una gran experiencia que, con todo y sus sinsabores, sus banalidades, y lo doloroso que resulta ver con tus propios ojos que, para la mayoría de las nuevas generaciones el “Rock” no es más que una simple pose… ¡Lo volvería a hacer, porque el Rock es de quien lo escucha y no de quien lo vende!