El día de Muertos en México se ha convertido en una tradición que ha trascendido a través del tiempo, una celebración que privilegia a la memoria y al recuerdo sobre el olvido.
En Día de Muertos, la muerte no representa una ausencia sino una presencia viva, que se siente, que se huele y se materializa a través del altar ofrecido.
Si bien esta tradición tiene origen desde tiempos prehispánicos, se ha mantenido de generación tras generación, teniendo algunas variantes dependiendo la región o el estado. Es el caso del poblado de Ocotepec ubicado en el estado de Morelos, un poblado de usos y costumbres que llevan a otro nivel está gran festividad. Esta comunidad destaca por la división de los 4 barrios; Candelaria, Dolores, Ramos y Santa Cruz , cada uno con su propio santo patrón y su respectiva capilla, la cual ha ayudado a conservar la mayoría de sus costumbres y tradiciones indígenas, mismas que datan desde tiempos prehispánicos.
Lo especial para abrir esta festividad de Día de muertos dá inicio en el panteón diez días antes del 2 de noviembre, familias enteras empiezan a arreglar sus tumbas, pintandolas y decorandolas. La noche del 31 de octubre repican las campanas de la iglesia anunciando la llegada próxima de los niños difuntos; por la mañana del 1 de noviembre se visita el panteón, el cual ya se debe encontrar adornado con flores de muchos colores, y se oficia una misa en honor a los pequeños. Por la noche también se tocan las campanas, ahora en espera de los difuntos mayores; entonces es ahí donde se realizan los preparativos para la ofrenda y en la mañana del 2 de noviembre se acude al panteón y se ofrece una misa.
Así, durante dos días, se espera con gusto y tristeza la llegada de los difuntos; mientras tanto, también los vecinos de lugar realizan visitas y van a comer a las casas donde se colocaron Ofrendas Nuevas, por la pandemia se había mantenido en un encuentro totalmente familia, pero este año se abre las puertas nuevamente al turismo, para poder disfrutar con respeto, una de las tradiciones más antiguas de nuestro México.
Cabe mencionar que la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), declaró en 2008 esta festividad como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, por su importancia, contribución y significado a la cultural. Para la UNESCO, el encuentro anual entre los pueblos indígenas y sus ancestros cumple una función social considerable al afirmar el papel del individuo dentro de la sociedad. También contribuye a reforzar el estatuto cultural y social de las comunidades indígenas de México.
