Nominada al Óscar como Mejor Película Extranjera y por su Cinematografía esta pieza de cine, adaptada en los años sesenta de la Polonia socialista, narra la historia de Ida una joven criada por monjas que a sus dieciocho años y a pocos días de tomar sus votos, le aconsejan buscar a su único pariente con vida.
Ida sale del convento con su valija y toma un camión para encontrarse con su tía Wanda, una mujer madura que trabaja como juez, gusta del alcohol, el cigarro y el sexo. La hermana de su madre destapa una verdad para ella desconocida, que su familia era judía y por añadidura, Ida también. Wanda la llevará a la casa donde vivieron sus padres en búsqueda de respuestas sobre su asesinato y el lugar donde los enterraron.
Ida es un trabajo impecable de cine europeo. La historia se narra de forma pausada y con largos silencios. El drama es sutil, las expresiones de los rostros evocan mas emociones que los diálogos. La fotografía en monocromo crea una poética visual que va por encima de las expectativas clásicas de la dirección fotográfica. Los encuadres poco comunes de la foto fija rompen con la reglas de composición de los tres cuartos, esto fuera de ser el trabajo de un fotógrafo inexperto es el trabajo de quien conoce las reglas y decide romperlas para crear un efecto distinto. El resultado es un deleite visual. Colocados en la parte baja de la imagen, los personajes buscan emerger del encuadre inusual. Los techos, el cielo y los espacios vacíos predominan en la pantalla. Con este elegante juego visual, es evidente la razón por la que fue nominada para mejor cinematografía.
El cine polaco durante la época de los cincuenta tuvo una gran influencia de tendencias como el neorrealismo italiano y la nueva ola francesa. Ida, siendo una película de época, adaptada a los sesentas, logra evocar la nostalgia cinemática del cine europeo en blanco y negro. Trata el tema del encuentro entre la fe católica y la realidad familiar. ¿Las situaciones con su tía podrían hacerla cambiar de opinión? Encontrar al asesino de sus padres, excavar los restos de su familia, todo es sutil, se necesita atención sobre las imágenes y los escasos diálogos para seguir la narrativa. Tía y sobrina crean un contraste comparable con la fotografía blanco y negro: Ida discreta y devota a la religión por su crianza, y Wanda que abusa de los vicios y placeres carnales. Pero al igual que la esplendida fotografía monocroma, los personajes experimentan en la gama de grises los efectos de una narrativa perfecta.
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