Raíz y mañana
Al principio fue el relato.
Y el relato nos dio cooperación e identidad.
Y nos dio cohesión y sentido.
Nos hizo personas y, como personas, comunidad.
Luego vinieron las verdades.
Piedras, templos, murallas.
Separamos lo bueno y lo malo [nosotros y ellos]
La evidencia dejó de ser medida de lo cierto.
Quedando prejuicios y miedo a los demás.
Y dejamos de escucharnos. Dejamos de encontrarnos.
Cual monólogos simultáneos, sólo oímos nuestro eco.
Y caminamos en círculos – atrapados en el espejo.
Pero estamos enraizados: aún somos humanos.
Tenemos el relato para romper solipsismos.
Volver a encontrar lo que ya somos.
Por eso: ni piedras, ni murallas, ni edificios.
[ni ciudades culturales, ni barrios «creativos»]
Más bien nuevos relatos, que son camino hacia el otro,
como un abrazo ofrecido
Para sincronizar corazones en un mismo latido.
Porque de algún modo, en cada buena historia estamos todos.
Por eso el relato es raíz.
Y es mañana: Al morir quedarán los relatos.
Y en ellos, nosotros.