La historia de Manuel Acuña, a 165 años de su nacimiento
Manuel Acuña fue un poeta mexicano, que a muy temprana edad escribió obras que prevalecerán por siempre.
Su obra cumbre fue ‘Nocturno’ a Rosario. Es por estos versos que pasó a la historia, y son estos los versos que lo representan. Poco se sabe de sus poemas ‘Mentiras de la Existencia’, ‘Hojas Secas’ o ‘Ante un Cadáver’, que son una muestra irrefutable de su gran talento.
Pero, ¿por qué?… ¿Será porque su Nocturno es una desgarradora historia de un amor no correspondido, y a nosotros nos encanta el drama romántico en la poesía?
A veces pienso en darte mi eterna despedida
Borrarte en mis recuerdos y hundirte en mi pasión
Mas es en vano todo y el alma no te olvida
¿Qué quieres tú que yo haga, pedazo de mi vida?
¿Qué quieres tú que yo haga con este corazón?
Es debido a este Nocturno que, tras el suicidio de Acuña, comenzaron los rumores de que se había quitado la vida por el rechazo de Rosario de la Peña.
Y sí, lo cierto es que fue un tema constante en su vida, y es evidente que le afectó demasiado; no niego que haya sido una de las causas que lo llevó a tomar cianuro de potasio a sus 24 años; pero no lo fue todo.
Estaban pasando muchísimas cosas en la vida del poeta que lo llevaron a tomar esa decisión. No le estaba yendo bien económicamente, y a pesar de que tenía el reconocimiento de sus compañeros poetas, no lo tenía tanto del público. Consiguió algunas publicaciones en periódicos nacionales, y era invitado con frecuencia a recitar sus poemas en eventos de importancia. Incluso se había animado a escribir un guión teatral, pero nada era suficiente para solventar la vida de su hijo recién nacido. Todo esto para alguien tan joven y con un alma tan atormentada como la de Acuña, fue demasiado.
El arte de Manuel Acuña
A pesar de que, como dijera José Emilio Pacheco «El suicidio lo envolvió en un mito de amor romántico que oscurece sus demás versos», no podemos dejar opacar todos sus logros con el drama de su muerte. Antes de aquel 6 de diciembre, e incluso antes de su Nocturno, Manuel ya había dejado claro su talento. No debemos caer en el error de enfrascarlo en esta mística idea de que no era más que un tonto enamorado.
La calidad de sus rimas y lo innovador de sus tópicos, iban más allá de lo que cualquier poeta mexicano hubiera hecho en aquel tiempo. Porque, otra cosa que caracterizaba a Acuña, era su franqueza respecto a su rechazo ante la figura de Dios. ¡Piénsenlo! Estamos hablando de finales del siglo XIX, en aquella época, siquiera dudar de la existencia de Dios era impensable. Sin embargo, Manuel Acuña no se cohibía en hablar de sus creencias con tintes ateístas, incluso en sus poemas.
En Dios le exiges a mi fe que crea
Y que le alce un altar dentro de mí
¡Ah!, ¡Si basta no más con que te vea
Para que yo ame a Dios, creyendo en ti!
Además, su poema ‘Ante un Cadáver’, fue innovador por muchísimos aspectos. No sólo tocaba un tema tan tabú en aquella época que tuvo que ser censurado. También manejaba tercetos impecables y rimas cautivantes. Hablaba de la vida y de la muerte, no como principio ni final, sino como una etapa inevitable en un ciclo sin término.
¡Qué bonito es cuando te encuentras con arte hecho verso! Y qué importante es conocer de Acuña no sólo sus tintes románticos, sino también aquellos que demuestran su crítica ante la vida, y sus reflexiones más profundas.
¡Miseria y nada más!, dirán al verte
los que creen que el imperio de la vida
acaba donde empieza el de la muerte.
Y suponiendo tu misión cumplida
se acercarán a ti, y en su mirada
te mandarán la eterna despedida.
¡Pero no!…, tu misión no está acabada,
que ni es la nada el punto en que nacemos,
ni el punto en que morimos es la nada.
Laura Méndez: El verdadero gran amor de Acuña
Ahora bien, simplemente no podía poner fin a este artículo sin mencionar a Laura. Sí, el nombre de Manuel Acuña quedó escrito en la historia con un vínculo inquebrantable a su ‘Nocturno’ y, por lo tanto, a Rosario. Sin embargo, la dueña de sus primeros versos, con constante aparición incluso en los últimos, fue Laura Méndez. Fuente de inspiración para uno de los poemas más impresionantes que escribió Manuel, ‘A Laura’, y de una de mis estrofas favoritas de ‘Hojas Secas’. «Mañana que ya no puedan encontrarse nuestros ojos, y que vivamos ausentes, muy lejos uno del otro; que te hable de mí este libro como de ti me habla todo».
Si quieren escuchar una historia de amor, olvídense de Rosario, y sepan que Laura fue la verdadera musa. Desde los 22 años de Acuña y los 19 de Laura, ambos poetas declararon su mutua admiración.
Con sus idas y vueltas, los dos se dedicaban poemas constantemente, y aprendieron el uno del otro. Crecieron juntos, evolucionaron juntos, y juntos tuvieron a su primer hijo.
Finalmente, las cosas no funcionaron, y se dieron la despedida con sus poemas homónimos ‘Adiós’. Un año después, Laura recibiría la noticia de que su amado se había quitado la vida. Tres meses más tarde, debería enfrentar también la muerte de su hijo en común: Manuel Acuña Méndez.
Fueron golpes durísimos para la poeta, que a pesar de las adversidades continuó de pie, regalándonos más de su arte.
Al final de cuentas, no creo que ‘Nocturno’ sea simple cursilería o un mal poema. Lo que creo es que Manuel Acuña merece ser conocido y reconocido mucho más allá de aquellos versos, y mucho más allá de las controversias de su muerte.