o cuando todo ha muerto
tan dura y lentamente que da miedo
alzar la voz y preguntar «quién vive»–Nocturno Eterno, Xavier Villaurrutia
Escritor, poeta, crítico pero sobretodo, mexicano. La literatura no puede ser mencionada sin Xavier Villaurrutia. Nació un día como hoy, pero de 1903.
No solo es conocido por sus grandes poemas –aunque cabe resaltar que ganó un premio poético histórico con Canto a la primavera y otros poemas– sino que también se desarrolló como guionista y dramaturgo.
Junto con Jaime Torres Bodet, Salvador Novo y Carlos Pellicer entre otros–, formó parte del grupo llamado Los contemporáneos, quienes sus integrantes se definían como “grupo sin grupo” o “grupo de amigos”; eran jóvenes intelectuales que se encargaron de difundir el arte y la cultura en la sociedad mexicana de la primera mitad del siglo XX.
Y destacado además, por su amabilidad en el trato, pero no siempre ofreciendo su amistad. Su inteligencia hacía de él una persona en la cual todos se interesaban. Conversador y escucha; quien al respecto Octavo Paz menciona:
Villaurrutia no pretendía ser humilde ni inclinaba la cabeza… [Era] un pájaro que reconoce sus terrenos y define sus límites. Como Novo, era elegante pero, a diferencia de su amigo, buscaba la discreción. Vestía trajes grises y azules de tonos obscuros… Usaba unas camisas blancas, inmaculadas y que –demasiado amplias- acentuaban la delgadez de su cuello… Desde la primera vez que hablé con él me di cuenta de que sabía oír. Además sabía responder, dos virtudes raras sobre todo entre escritores. También desde el principio me sorprendió su hermosa voz, grave y fluyendo como un río obscuro. (Paz, 2003: 10-11)
Definitivamente a Xavier Villaurrutia no lo define algo más preciso que la dualidad. Y con eso lo recordaremos hoy, con “Nocturnos”; específicamente con “Nocturno Eterno”.
Villaurrutia preguntaba “¿Quién vive?”, y ahora le respondemos: ¡Tú vives! Tu voz, tus poemas, en la eternidad.
NOCTURNO ETERNO
CUANDO los hombres alzan los hombros y pasan
o cuando dejan caer sus nombres
hasta que la sombra se asombra
Cuando un polvo más fino aún que el humo
se adhiere a los cristales de la voz
y a la piel de los rostros y las cosas
Cuando los ojos cierran sus ventanas
al rayo del sol pródigo y prefieren
la ceguera al perdón y el silencio al sollozo
Cuando la vida o lo que así llamamos inútilmente
y que no llega sino con un nombre innombrable
se desnuda para saltar al lecho
y ahogarse en el alcohol o quemarse en la nieve
Cuando la vi cuando la vid cuando la vida
quiere entregarse cobardemente y a oscuras
sin decirnos siquiera el precio de su nombre
Cuando en la soledad de un cielo muerto
brillan unas estrellas olvidadas
y es tan grande el silencio del silencio
que de pronto quisiéramos que hablara
O cuando de una boca que no existe
sale un grito inaudito
que nos echa a la cara su luz viva
y se apaga y nos deja una ciega sordera
O cuando todo ha muerto
tan dura y lentamente que da miedo
alzar la voz y preguntar “quién vive”
Dudo si responder
a la muda pregunta con un grito
por temor de saber que ya no existo
Porque acaso la voz tampoco vive
sino como un recuerdo en la garganta
y no es la noche sino la ceguera
lo que llena de sombra nuestros ojos
Y porque acaso el grito es la presencia
de una palabra antigua
opaca y muda que de pronto grita
Porque vida silencio piel y boca
y soledad recuerdo cielo y humo
nada son sino sombras de palabras
que nos salen al paso de la noche
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