Nacida bajo el nombre de Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana; pero sus ideales la convirtieron en Sor Juana Inés de la Cruz. Exponente del Siglo de Oro de la literatura en español y mujer que abandera a la poesía latinoamericana.
La niña prodigio que desde la infancia comenzó a leer y escribir. Inquieta, misteriosa e intelectual, que terminó formando parte del pensamiento independiente; nadando contra corriente en la cultura mexicana del siglo XVII.
Y hoy la recordamos, a 323 años de haber dejado el mundo terrenal; por su gloriosa participación en las letras, en la dramaturgia y en la prosa. Te imaginarás, pues, qué tan importante llega a ser una mujer que ahora forma parte de los billetes en la denominación de 200 pesos mexicanos.
Aquella religiosa y escritora novohispana del Siglo de Oro, tiene un gran espacio en cualquier lugar de la literatura latinoamericana. Recordemos entonces, al Fénix de América, la Décima Musa. Un recuerdo a la distancia.
Divino dueño mío,
si al tiempo de partirme
tiene mi amante pecho
alientos de quejarse,
oye mis penas, mira mis males.
Aliéntese el dolor,
si puede lamentarse,
y a la vista de perderte
mi corazón exhale
llanto a la tierra, quejas al aire.
Apenas tus favores
quisieron coronarme,
dichoso más que todos,
felices como nadie,
cuando los gustos fueron pesares.
Sin duda el ser dichoso
es la culpa más grave,
pues mi fortuna adversa
dispone que la pague
con que a mis ojos tus luces falten,
¡Ay, dura ley de ausencia!
¿quién podrá derogarte,
si a donde yo no quiero
me llevas, sin llevarme,
con alma muerta, vivo cadáver?
¿Será de tus favores
sólo el corazón cárcel
por ser aun el silencio
si quiero que los guarde,
custodio indigno, sigilo frágil?
Y puesto que me ausento,
por el último vale
te prometo rendido
mi amor y fe constante,
siempre quererte, nunca olvidarte.
Sor Juana Inés de la Cruz