Por Erik Esparza.
Uno se siente vivo cuando la piel se le pone chinita, cuando tantas sensaciones se acumulan en el momento exacto y en las circunstancias idóneas. Una introspección tan particular, de la mano de Sigur Rós, era profundamente necesaria.
Sigur Rós se presentó en la Ciudad de México y ofreció dos conciertos en el Auditorio Nacional como parte de su gira por Norteamérica y por supuesto, nos tomamos el atrevimiento de retomar algo que dejamos inconcluso con la banda islandesa hace 9 años en Amatlán, Morelos.
Un rasgo místico que posee la música tiene que ver con su poder de generar flujos inacabables de emociones y evocaciones. Nuestro sistema nervioso central regularmente se ve afectado por una serie de estímulos que a través de nuestro cerebro y nuestra memoria retumban desde las profundidades.
Nuestra historia sucede frente a nosotros, acomodada por segmentos traducidos en suspiros y en imágenes que nos recuerdan lo que fuimos, lo que nunca pudimos y lo que siempre tendremos con nosotros. Eso es lo que sucede al escuchar a una banda como Sigur Rós; inclasificables, trascendentes, sonoramente portentosos.
De la parte técnica ni qué decir, uno de los mejores shows que se han presentado en México, con una sensibilidad única para producir y presentar a una de las bandas más importantes en la música contemporánea de los últimos años.
Revive los mejores momentos de la presentación de Sigur Rós en el Auditorio Nacional: