Por : Yoali Munguía
Fotografía : Erik Esparza
El pop tijuanense de Carla Morrison y Jandro¿Alguna vez han visto al Pit tan lleno? ¿Algún evento había empezado tan a tiempo? No recuerdo haber llegado a un evento donde todas y cada una de las mesas estuvieran llenas o reservadas y además tuvieran sobre ellas una botella de whisky etiqueta roja. En el Pit, difícilmente pagas un boleto y compras una cerveza; este no es el público de siempre es la magia del pop.
El escenario está pimpeado con enredaderas de plástico que suben por los micrófonos, debajo de la batería hay grandes velas acomodadas en una sola fila; por encima de ella cuelgan focos con una luz amarilla que cambia la iluminación de todo el escenario, haciéndola más cálida y cumpliendo el propósito de crear un ambiente romántico.
Jandro y el guitarrista que lo acompaña empezaron a las 9:30 de la noche, lo más puntual posible para dar paso a Carla Morrison. La gente habla lo suficientemente alto como para competir con la voz y las dos guitarras acústicas y así es como una sabe que vienen sólo por Carla.
Jandro nos cuenta entre canciones que en Tijuana tenía una banda con ese guitarrista antes y que ahora anda de solista pero justo antes de la gira se lastimó una mano y se apoyó en el vato que ya se sabía las canciones, por eso vienen a dueto. Su set es bastante homogéneo,pop con algo de folk y termina casi a las 10 sin mayor percance ni mayor emoción.
Carla Morrison sale bastante rápido a escena y el proyecto que antes se llamaba Jandro ahora se sienta solo en un extremo del escenario con una guitarra y un micrófono para ser el director de la banda, guitarrista y corista.
Carla y su linda tecladista/corista están vestidas como musas griegas; traen vestidos blancos y holgados y tiaras de hojas doradas en la cabeza. La voz principal nos saluda feliz y dice que nos preparemos para una noche romántica y sí, en efecto está lleno de parejas que se abrazan y se besan; sólo de vez en cuando se sueltan para grabar con sus celulares (esos aparatos molestos que bloquean la vista y tienen al público con los brazos estirados y los ojos sobre las pantallas).
Escucho; no reconozco las canciones, una a lo mucho y las demás se parecen todas. La voz de Carla es linda, pero no única, la música es blanca como el vestuario -pura pureza pop- con un baterista jazzero que matiza bien y trae una Gretsch bien chula color hueso… estoy divagando. ¡Es que hasta la banda parece aburrida! ¡No! Piensa en la gente que pagó por esto; están cantando, grabando, pegándose lo más cerca que pueden para poder tomar su mano cuando se estira. Ella se entrega con todo y nos regala su música, además presenta las canciones con historias y así las letras toman sentido.
Dice Carla que seamos firmes con nuestras decisiones de dejar a una pareja y que hay muchos peces en el mar, también aboga por la diversidad sexual y dice que cómo no hacerlo si hay chicas muy lindas pero también chicos muy lindos, pide constantemente que respetemos al amor y la neta, yo la respeto por eso.
La última vez que vino a Cuerna, se presentó en el Lienzo Charro, un lugar que no está techado y era en temporada de lluvia, el concierto se tuvo que suspender y esta noche bromean sobre eso. Ahora estamos en paz, sin lluvia y en un concierto íntimo, escuchando sobre Tijuana, el origen de las canciones y de cómo Cuerna parece una selva; el público le recuerda constantemente cuanto la aman con gritos y flores.
Los mejores momentos fueron cuando sus músicos hicieron un dueto en el piano y ella cantó; también cuando hicieron una canción más prendida, más country y cuando tocaron un cover de Intocable.
Los momentos más raros fueron cuando llegué y vi un puesto de taquitos montado afuera y cuando no me dejaban salir porque ella iba a pasar por ahí, no queremos que se magulle la dulce fruta de importación